El verano cultural de la Costa Brava ha tenido un protagonista indiscutible: el Festival de la Porta Ferrada, que este año celebró su edición número 63 consolidándose como uno de los eventos musicales más veteranos y prestigiosos de España. Con un total de 31.200 espectadores, la cita de Sant Feliu de Guíxols no solo reafirmó su importancia dentro del panorama nacional, sino que también dejó claro que su fórmula sigue siendo un éxito: una programación variada, artistas de primer nivel y un entorno único que combina la música con el encanto del Mediterráneo.
La cifra de asistencia es especialmente significativa porque demuestra que el público continúa respondiendo de forma entusiasta a la propuesta del festival. No se trata solo de un evento de verano, sino de una tradición cultural profundamente arraigada en la Costa Brava. Año tras año, el cartel atrae tanto a vecinos de la zona como a visitantes que viajan desde distintos puntos de España e incluso del extranjero para disfrutar de conciertos al aire libre en un enclave privilegiado.
La edición de este año reunió a artistas nacionales e internacionales de gran prestigio, reflejando la apuesta del festival por ofrecer una programación diversa capaz de llegar a públicos muy distintos. Por los escenarios de la Porta Ferrada pasaron leyendas de la música junto a propuestas emergentes, consolidando esa mezcla de tradición y modernidad que caracteriza al certamen. Este equilibrio entre lo clásico y lo contemporáneo es precisamente lo que le ha permitido mantenerse vigente durante más de seis décadas.
El ambiente vivido en Sant Feliu de Guíxols fue especial. Las noches de verano se llenaron de melodías, desde conciertos íntimos hasta espectáculos multitudinarios que hicieron vibrar a miles de personas. Parte del encanto del festival reside en que cada actuación se siente diferente: no es lo mismo un recital en un teatro cerrado que una experiencia musical al aire libre, con la brisa marina y la arquitectura histórica de la ciudad como telón de fondo. Esa conexión entre música y espacio convierte a la Porta Ferrada en un festival con alma, muy distinto a los macroeventos puramente comerciales.
Otro aspecto a destacar es el impacto cultural y económico que el festival genera en la región. Los más de 30 mil asistentes no solo disfrutaron de la música, sino que también contribuyeron a dinamizar la oferta gastronómica, hotelera y turística de Sant Feliu de Guíxols. El festival se convierte así en un motor que beneficia a toda la comunidad local, generando empleo, atrayendo visitantes y situando a la ciudad en el mapa cultural internacional.
La 63ª edición también demostró la capacidad del festival para adaptarse a las tendencias actuales sin perder su esencia. El público busca cada vez más experiencias completas, y la Porta Ferrada ofrece precisamente eso: no solo conciertos, sino una vivencia cultural en la que se entrelazan música, paisaje y tradición. Además, la organización ha trabajado para mejorar la accesibilidad y los servicios, garantizando que tanto el público local como el internacional puedan disfrutar del evento en las mejores condiciones.
Los 31.200 espectadores que asistieron este verano son un reflejo del prestigio alcanzado y de la confianza que el público deposita en la cita. En una época donde la oferta cultural y de ocio es inmensa, mantener e incluso aumentar el interés por un festival con tanta historia es una señal clara de que la fórmula sigue funcionando. La Porta Ferrada ha sabido reinventarse sin romper con sus raíces, manteniendo un perfil elegante y diverso que la distingue de otros festivales musicales.
El éxito de esta edición reafirma que la música en directo sigue teniendo un poder insustituible, capaz de reunir a miles de personas en torno a una experiencia compartida. Y si hay un lugar donde eso cobra un significado especial, es en Sant Feliu de Guíxols, donde la tradición cultural y el paisaje mediterráneo se unen cada verano en la Porta Ferrada.